Se encuentran un día la Justicia y la Injusticia. Muy amablemente la primera le pregunta a la segunda:
¿Qué tal estás, compañera?
Mejor que nunca, la vida me sonríe a cada paso, ¿y...qué tal estás tú?
Desbordada de satisfacción a pesar de tus continuas zancadillas. La sociedad que represento funciona. Somos una familia con grandes y generosos valores de vida.
Vuestros valores me los paso yo por el forro. De eso no se vive, ¿ no te lo han dicho nunca? Te propongo unirte a mí; yo ofrezco poder, dinero y hasta guerras si es menester, la miseria es para los tontos. Hay que jugar siempre a las cartas mas altas.
No te engañes, compañera, debes saber que todo eso lleva inoculado un gran virus que daña a la humanidad irremisiblemente y los antídotos sólo puedo procurarlos yo.
Los intereses son los intereses. La ingenuidad queda para los ilusos.
No existe ingenuidad en esta empresa donde la mente es la gran obrera de la razón. Tu vives de la sinrazón.
Ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja...
Tu risa me entristece, pero no es por mí, ni por quienes me acompañan, es por tí y por todos los que te siguen. Algún día os daréis cuenta.
Aparca tu filosofía, amiga, es baladí, lo mires como lo mires se la lleva la corriente.
Desconoces la mirada de esa corriente, en ella cohabita la gran fuerza del raciocinio; carece de laberintos sin salida, de cenagales, aunque parezca mentira. Lo importante es como llegamos al final del camino, nunca como empezamos a caminar por él. Nosotros navegamos en perfecta compenetración, nuestros remos buscan el equilibrio y mantienen esta barca a flote, sin caer. ¿Has divisado el horizonte? Creo que no porque tu ceguera te lo impide, pues he de decirte que tras él está la razón de nuestra existencia. Hacia ese lugar va nuestra barca.
Lenguas de fuego avanzaban tras ellas con fuerza irrefrenable y avasalladora.
¡Sube!, ¡sube!
¿Estás loca?, ni que me lo pidas de rodillas - respondio la Injusticia.
¡Sube!, ¡subid, por Dios!
...
¡Subiiiiiiiiiiiiiiiiid!, ¡subiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiid!
¡Jamás!
¡Sub..!
¡Su...!
Demasiado tarde. El fuego no tenia enemigo que pudiese detener su avance.
Un estruendo, después, el abismo.
Aquella barca de plazas inagotables se adentró en el mar perdiéndose en la lejanía.
El horizonte abrió sus puertas. Una luz resplandeciente sorprendio a la multitud. Todos abandonaron la barca siguiendo los pasos de su maestra. A sus espaldas, la noche empezaba a adueñarse del tiempo.