AL FINAL DEL TÚNEL
El tiempo transcurría dejando constancia al paso. La tormenta empezaba a hacer mella en su cuerpo. Una lucha de pensamientos bloqueaban neuronas que vagaban sin capacidad de reacción, atolondradas por tanta marabunta. Debía tomar una decisión, enfrentarse a la nueva realidad, desprenderse de aquel equipaje; no era cuestión de esperar más o desfallecería.
Su cuerpo estaba débil y sin fuerzas. Había perdido varios kilos. Observó a través de la cristalera. Era una mañana clara del mes de abril. El sol regalaba sus primeros efluvios de luz invitando a acompañarle. Con ambas manos a la par y en un solo movimiento, empujó las dos correderas, una hacia la derecha y otra hacia la izquierda y, como si le faltase el aire, respiró en profundidad el aroma de la mañana. No tuvo conciencia del tiempo que permaneció deleitándose con aquella imagen que durante tantos meses había ignorado: la campiña, despertando a la primavera con florecillas que retoñaban pincelando su verdor, los majestuosos eucaliptos, el murmullo del riachuelo que era como una caricia para los sentidos, las entrañables casas del pueblo. Qué locura fue aquella que tan ciega la mantuvo. Acercó sus manos a la cara, rozó la comisura de los labios; estaba sonriendo, ¡sí!, sonreía por dentro y por fuera. Un flujo de sangre corría impulsivo por sus venas, ¡ahhhhhhh!, cuántos días de vida malgastados, perdida en negros abismos, pero ya no. Sabia que aquello era un punto y aparte, y sabía, también, que no estaba sola. Sus mejores amigas, Sandra y Julia, habían hecho todo lo indecible para que saliese de aquel pozo, y sus compañeros de trabajo, tan considerados siempre, pero, en especial, su madre, a la que tanto había hecho sufrir. ¡Cuántas veces debió llorar en silencio!, pero siempre estuvo ahí, dándole fuerzas, haciéndole ver que tras aquel cristal opaco donde la desesperanza había enraizado existía otra vida, su vida. Recordó el día que tocó fondo: la visita al psicólogo, el tratamiento posterior que la obligó a dejar temporalmente su trabajo de asesora comercial; ¡tres meses ya! Decidió llamar a su madre. tenía que hacerla partícipe del cambio experimentado en su interior. No era el momento oportuno y lo sabía, pero necesitaba hablar con ella, decirle...
- Confecciones Martín, ¿digame?
- Hola, buenos días, ¿podría avisar a Herminia López, si es tan amable?
- ¿De parte de quién?
- De su hija
- Un momento, por favor.
- Gracias
Pocos minutos después escuchó la voz de su madre.
- Hola, mi amor, ¿ocurre algo, ¿estás bien?, dime, ¿estás bien?
- Sí, mamá, estoy bien, no ocurre nada malo, todo lo contrario, por eso te llamo, para decirte.., para decirte que he visto claro, mamá, que todo va a cambiar a partir de ahora, todo, todo. Te llamo porque necesito recordarte lo mucho que te quiero, darte las gracias por estar ahí, por ayudarme, porque deseo pedirte que me perdones; se que te hice sufrir y tú no merecías eso, mamá...
- ...
- ¿Mamá...?, ¿mamá?, ¿estás llorando?, ¿mamá...?
- No lloro, mi niña, no lloro, bueno, sí, pero son lágrimas dulces, no te preocupes, son lágrimas dulces. Te quiero tanto y me estás haciendo tan feliz, tan feliz...
- Lo sé, mamá. Volveremos a sonreír, ya lo verás. Hoy empieza todo de nuevo.
- Mi niña, mi niña...
- Mamá...
- Mi niña.
Te quiero mucho, mamá.
Poco a poco empezó a sentir una agradable paz interior. Preparó la bañera con esencia de rosas y se introdujo en aquel pequeño paraíso espumoso y revitalizador dispuesta a disfrutar del mayor relax de su vida. Al cabo de media hora, con la piel de pies y manos contraída por la excesiva exposición al agua, decidió dar por finalizado su baño. Era otra. Se puso el albornoz, recogió su rubia cabellera en una coleta alta, descendió las escaleras que daban a la planta baja y cruzó el pasillo que accedía a la cocina. En unos minutos la estancia empezó a tomar vida: sonidos de tostadora, aroma de café, música ambiental. Sobre la mesa ovalada fue colocando los cubiertos, una servilleta y una bandeja con tres tostadas de mantequilla y mermelada de ciruela, una generosa porción de bizcocho elaborado por su madre, un tazón de café con leche bien caliente y, su debilidad, un zumo de naranja recién exprimido. Milagrosamente se lo comió todo a pesar de lo deshabituado que estaba su estómago después de mantenerlo casi en cuarentena durante días y días. Para ella se convirtió en un placer, una comunión entre cuerpo y mente. Al finalizar, y sin un ápice de pereza, recogió los utensilios, aderezó la cocina y cuando todo estuvo perfectamente límpio y organizado se dirigió de nuevo a la habitación, ubicada en la primera planta. Abrió el armario y sin dudarlo un instante, echó mano de unos pantalones vaqueros color verde, una camiseta estampada con tonalidades que combinaban a la perfección, se calzó unas deportivas, se miró en el espejo y sonrió. Al poco tiempo estaba en el exterior, dispuesta a desprenderse definitivamente de aquel equipaje cuyo peso, milagrosamente, había menguado casi en su totalidad.
La frondosidad de aquellos parajes dibujaba un edén donde la paz y la ensoñación regían el tiempo y el espacio. La cascada del Cerro era uno de los lugares más emblemáticos del lugar. Los habitantes del pueblo la denominaban " Cascada de la triple vertiente" porque sus aguas se deslizaban a través de tres desniveles de montaña completamente verticales y paralelos, separados entre sí por un pequeño tramo horizontal en forma de escalera.
El recorrido transcurria por un estrecho sendero, exceptuando los últimos cincuenta metros en los que se hacía necesario adentrarse en el bosque. Era un pequeño tramo ascendente bastante peliagudo, pero a María no le importaba. Tenía un misión que cumplir.
El viento sopló con fuerza soliviantado ante aquel peso que arañaba sus alas, la hojarasca, desconcertada y perdida, deambulaba de un lado para otro sin control, mientras el ramaje de eucaliptos y pinares luchaban por enderezar su esbeltez sin comprender la inesperada invasión; pero, poco a poco, en actitud bondadosa y casi como pidiendo perdón, el inoportuno vendaval se fue alejando cediendo paso a una brisa suave y acariciadora.
Aquel equipaje había tomado, por fin, otro camino, un camino de no retorno. El profundo desfiladero, donde desembocaban las aguas de la gran cascada, fue su destino, un destino donde se anegarían definitivamente horas y horas de insomnio, lágrimas, heridas sin cicatrizar, lamentos, desconsuelo y, sobre todo, aquel nombre impronunciable que en sueños acudía a visitarla noche tras noche, forzando la puerta del subconsciente para jactarse de su decadencia emocional, mientras acariciaba otra piel y besaba otros labios.
María emprendió el camino de vuelta sin equipaje y con el corazón lleno de sueños y vida.
Precioso recorrido por ese viaje que tan bien nos relatas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ayer, cuando publiqué esta entrada, pensé que tal vez el relato era demasiado largo y podía cansar, pero consideré mejor hacer la entrega de una sola vez. Me alegra que te gustase y no resultase pesado, Rafael.
EliminarUn abrazo y que tengas buena semana
Fina
Hola, Fina. Soy Melba Reyes A. Fue placentero leerte como sé lo habría sido para Ian. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarQue alegría me diste Melba. Se que a Ian le hubiese resultado placentero porque era un fiel seguidor igual que yo de él. Con tu comentario me acercarte su imagen a mi mente y me enternecí. GRACIAS, DE VERAS. La buena gente nunca se olvida y él siempre fue transmisor de su bondad.
EliminarUn gran abrazo
Fina
¡¡¡¡POR TÍ, IAN!!!!
EliminarEs cierto, yo lo vi. También vi como unos metros más abajo, unos vecinos del pueblo recogían todo lo arrojado, lo secaban y se disponían, satisfechos, a devolvérselo a su legítima dueña. Hay equipajes que nunca se alejan de nuestras vidas.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
Es cierto, yo lo vi. También vi como unos metros más abajo, unos vecinos del pueblo recogían todo lo arrojado, lo secaban y se disponían, satisfechos, a devolvérselo a su legítima dueña. Hay equipajes que nunca se alejan de nuestras vidas.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
El gesto de esos aldeanos debió hundir a la protagonista.., que mal rollo para ella. Hay equipajes que "sí" deben alejarse de nuestras vidas.; tan claro como el agua.
EliminarUn abrazo
Fina
Un hermoso viaje Fina, y hermoso gesto los de esos aldeanos.
ResponderEliminarPrecioso este post.
Te mando un fuerte abrazo.
Feliz día.
Gracias por acercarte y comentar, Carmen. Te deseo un buen finde.
EliminarUn abrazo
Fina
Toda una resurrección la de la protagonista de tu relato Fina. Nada mejor que tirar por la borda todo aquello que supone un peso para el alma y el cuerpo y que nos hace daño.Es un acto de voluntad que hay que tener en momentos difíciles y ella lo tuvo sacando fuerzas de flaqueza.Esperanzador relato,amiga.
ResponderEliminarTe mando un abrazo
...y es que no tenía otra solución, si quería seguir adelante, Joaquín. En los momentos difíciles hay que echar fuerza hasta de donde no la hay.
EliminarQue pases un buen día. Un abrazo
Fina
Para ciertos viajes es mejor deshacerse de algunos pesados equipajes.
ResponderEliminarEstupendo relato
Un abrazo
...te doy toda la razón. Un abrazo y gracias por tu aporte, Jose Manuel
EliminarFina
La valentía de seguir con nuevos sueños en el corazón a pesar de todo, lindo viaje.
ResponderEliminarY que no nos falten los sueños, Boris, con ellos hasta el final.
EliminarAbrazo
Fina
Estremecedor y tierno a la vez, tu relato. Lleno de mucha vida, como todo lo que escribes.
ResponderEliminarMaravilloso
Un abrazo!
Estoy en nuevas batallas mas agradables, pero que me han alejado un poco del blog, pero siempre regreso!!!
Yo también he estado alejada unos días, Natali. Lo habréis notado por la tardanza en contestar vuestros comentarios. Pero aquí estoy , de nuevo. También visitare vuestros blogs en breve.
Eliminar¡ Que gozo estar en batallas placenteras! Me alegro por ti. Lo bueno hay que agarrarlo siempre por donde no se suelte.
Un abrazo
Fina
La juventud al fin recobra el equilibrio y el gozo por lo sencillo y esplendoroso de lo cotidiano y de los paisajes en su viaje de retorno diría yo. Gracias Fina , bello.
ResponderEliminarHola, Leticia. Estuve alejada unos días del blog, pero aquí me tienes de nuevo contestandoos a todos. En cualquier momento me paso por tu blog para intercambiar
EliminarAgradezco, como siempre, el regalo de tu comentario y te envio un gran abrazo.
Fina
Hay equipajes que aprisionan el alma y es mejor deshacerse de ellos, porque al final pesan tanto que aprisionan y hacen nos hundamos con ellos….
ResponderEliminarUn inmenso abrazoFina
El equipaje de la protagonista del relato era necesario desecharlo, por el bien de ella. Las infidelidades de su amado y el posterior abandono no podían ser un lastre de por vida para ella.
EliminarUn abrazo, Sneyder
Fina
Hermosa narración con mensaje a seguir.
ResponderEliminarCon besos de sábado
Olvidar aquello que hace daño es siempre necesario, querida Maria.
EliminarTe mando un abrazo
Fina
Lleno de optimismo Fina, es tan tú! Me ha encantado. Un besito
ResponderEliminarMe has hecho sonreír con eso de: " es tan tú"
EliminarGracias por tus palabras y por aportarme esa sonrisa.
Un abrazo
Fina
HAY MUCHOS MOMENTOS QUE ME CONMUEVEN. EXCELENTE RELATO.
ResponderEliminarABRAZOS
Me alegra que te gustase, ReltiH
EliminarUn abrazo
Fina
Cuando escribes tus letras diagraman lo que quieres llenandonos a los que te leemos de intensos sentimientos
ResponderEliminarbrindo por vos poeta
Si mis letras consiguen eso que dices, me doy por muy satisfecha, querida Mucha. Y gracias por lo generoso de tu apreciación.
EliminarAbrazo
Fina
fMuy bonito escribes
ResponderEliminarGracias, Soy Mujer, y bienvenida al blog.
EliminarFina
Un gran Relato donde María emprendió el Camino de vuelta, después de un peregrinar angustioso y pleno de inquietudes.
ResponderEliminarSandra, Julia y, sobre todo, su Madre la sacaron de aquel atolladero pecaminoso e hicieron que reaccionara para salir de aquel Tunel que la tenía atrapada con todo ese equipaje difícil de soltar.
Abrazos y Besines.
En situaciones como la de la protagonista los apoyos son imprescindibles aunque importante es también la fuerza propia para remontar.
EliminarGracias por ti analítico aporte, Pedro.
Un abrazo
Fina
Fina, uuufff algunos párrafos me veo yo si la vida sigue y hay que avanzar y sin equipaje solo las ganas hermoso y profundo relato que nos dejas atrapado me gustó mucho , un abrazo desde mi brillo del mar
ResponderEliminarSi son equipajes de esa índole, mejor destruirlos.
EliminarUn abrazo mediterráneo, Bea
Fina
Es necesario dejar atrás el dolor. Desprenderse de lo dañino Sacar fuerzas y liberarse.
ResponderEliminarAbrazos querida Fina.
Fuerza para liberarse es la clave, así de claro.
EliminarAbrazo, Taty, que pases un feliz día
Fina
No has podido elegir un paisaje mejor que Siurana para lanzar tan pesada carga. Ascender hasta allí, a pesar del esfuerzo, es liberador como sin duda lo fue para la protagonista de tu cuento :) Un abrazo Fina.
ResponderEliminarEs cierto que goza de unos paisajes maravillosos aquella zona. Gracias por tu aporte, eRRe.
EliminarUn abrazo
Fina
A veces para seguir caminando
ResponderEliminares necesario deshacerse
del peso de la mochila
Bienvenida a mi ventana
Y a ti gracias por acercarte a este rincón y comentar, Marisa.
EliminarAbrazo cordial
Fina