lunes, 8 de abril de 2013

LA VIEJA SILLA ( CUENTOS Y RELATOS BREVES 7 )











LA VIEJA SILLA 
 

Los sonidos de la noche abrazaron temores vertidos a lo largo del tiempo. Allí, en aquella esquina del desván, aislada y triste, yacía la vieja silla, postergada a un purgatorio de silencio y a la espera de un destino desconocido.

Fue aquella mañana de septiembre. El sol acariciaba los ventanales saludando al nuevo día. Benjamín, el pequeño de la familia, correteaba por el jardín absorto en juegos de pelota, y Sultán, el perro vagabundo, ladraba feliz persiguiendo el balón y encaramándose en brazos de su amigo. Mientras tanto, Pedro y Carmen, los padres del pequeño, trajinaban en la cocina preparando el desayuno y conversando de temas varios. Unas palabras cogidas al vuelo atrajeron la atención de Ben; abandonó sus juegos, entró en el salón y como un rayo se dirigió a la cocina seguido de Sultán. Se querían llevar su silla, pero, ¿dónde?, ¿por qué?
-   Lo único que hace aquí esta silla es estorbar, Pedro  -  seguía diciendo su madre - de momento en el desván estará mejor. Ya veremos que hacer con ella.
-   Ahora la subo

¡Claro!, como no se le había ocurrido; al desván. Allí la querían llevar, aquel lugar tan triste donde sólo habitaban trastos viejos. Pero su silla no era vieja, su silla no, su silla no.
 ¿Qué pasa, Ben? - preguntó su madre, viendo la cara de disgusto que traía el pequeño.
-   ¿Sucede algo, renacuajo?  -  dijo su padre.
-   La silla no, mamá, la silla no, no es vieja, no es vieja, no te la lleves, no te la lleves, yo la quiero papá, no, no, no, no, no, papá, por favor, no, no  -  suplicaba Ben con lágrimas en los ojos.
-   Para ya de gimotear. Así que era eso lo que te pasaba, la silla. Esta silla no puede quedarse aquí, ¿de acuerdo?.
-   Tú si que eres viejo, tu si que eres viejo, tu sí que eres viejo...

Y haciendo caso omiso a la petición de Ben, su padre cogió la silla, subió las escaleras que conducían al desván y en aquel rincón de oscuras paredes aparcó la vejez envuelta en sombras. Un crujido se escuchó en medio del silencio y el desamor apareció, de pronto, cual presagio de olvido.

Aquella noche, el pequeño Benjamín humedeció las sábanas de tristeza. todos los inquilinos del desván escucharon su llanto. Mientras, la vieja silla, abrazada a la soledad, imaginó que un príncipe de mirada infantil y corazón de ángel la rescataba de aquella sombría prisión.










44 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Me alegra que te haya gustado, amigo Jose.

      Un abrazo

      Fina

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  2. Preciosa. Da mucho que pensar! Besos!

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    1. Gracias, cielo. Y es cierto, es un cuento para reflexionar lo suyo.

      Besos

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  3. Bonito, original y realmente emotivo
    ¡ Felicidades por regalar tanta belleza!
    Besos.

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    1. Hola, André, gracias a tí por regalarme este comentario tan bello. Me alegra que te gustase.

      Un abrazo

      Fina

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  4. Tengo dias de venirte siguiendo, es un placer visitarte y delitarse con tu hermosa inspiración.
    Saludos cariñosos.

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    1. En primer lugar, bienvenida a "de aqui a la luna y vuelta", Karla, y en segundo lugar agradecida por las palabras que me dedicas a mi trabajo.

      Para tí, tambien, cariñosos saludos

      Fina

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  5. ME RECUERDA CUANDO YO, DE NIÑA, RESCATABA MI BANQUITO DE MADERA DE LA NOCHE CUANDO LO HABÍA DEJADO OLVIDADO. PARA MI SIEMPRE, COSA EXTRAÑA, LOS OBJETOS HAN TENIDO VIDA. LOS HE AMADO TANTO...

    PRECIOSO RELATO FINA.
    BESOS

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    1. Es cierto, suele ocurrir que algunos objetos que pasan por nuestra vida, querida Luján, se les coge tal cariño que desprenderse de ellos, por muy viejos que sean a veces se convierte en algo dificil de llevar a cabo, aunque parezca mentira.

      Un fuerte abrazo, amiga

      Fina

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  6. Un original cuento. Así hacemos con todo lo viejo, qué injusto parece cuando nos podía aportar tanta sabiduría. La silla es como un alma en pena que nadie rescatará del olvido. Un cuento que parece una metáfora de la vida misma. Un cuento excelente. Un abrazo.

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    1. Tú lo has definido a la perfección, Aurora. Una metáfora de la vida.

      Por cierto, ¿ya se te solucionó el tema de los "duendecillos" en tu blog"

      Un abrazo

      Fina

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  7. Esos objetos que se personifican, se quieren y toman otra dimensión, sobre todo en la mirada y el corazón inocente de un niño.
    Precioso.
    Abrazos y besos.

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    1. Gracias por tus palabras, Pedro. Tienes mucho razón, y añadiría más:
      VEJEZ DE LOS OBJETOS - NUESTRA PROPIA VEJEZ. ¿no opinas que da mucho para reflexionar, amigo mío?

      Un abrazo

      Fina

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  8. Fina:

    Qué buen relato. Los objetos también tienen su corazoncito. Yo creo que tienen alma.

    Un cuento fantástico en su sencillez.
    Te felicito
    Besos
    Ana

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    1. Gracias por tus palabras, Ana. Tus comentarios siempre son de agradecer, de veras.

      Un abrazo

      Fina

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  9. Bonita la historia de esta silla que nos cuentas Fina.
    Un abrazo.

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    1. Me alegra que te haya gustado, Rafael. Y agradezco tus palabras

      Un abrazo

      Fina

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  10. Me ha gustado mucho esta historia Fina…bien la podríamos aplicar a los humanos, al menos en estos países de norte América…las personas sin autonomía son recluidas (como sillas viejas) en residencias de gobierno... no hay parientes ni cercanos ni lejanos que se puedan hacer cargo de sus padres peor de hermanos o más familiares…
    Gracias por hacernos reflexionar…
    Abrazos calurosos.

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    1. Actualmente, Ceciely, las residencias de la 3º edad no sólo estan extendidas por norteamérica. Por desgracia este mundo en el que vivimos se ha deshumanizado bastante y es práctica habitual dejar a lo ancianos en esos centros. La falta de tiempo para antenderlos a causa de la inserción laboral de las mujeres, que eran años atras quienes se encargaban de cuidarlos ha llevado a esta situación. Por opinar sobre este tema, pienso, también, que hay situaciones que realmente es necesario, pero opino al mismo tiempo que existen otras muchas razones, para mi "sinrazones" que me parecen realmente injustas y lamentables para con nuestros mayores. Y hay otros casos que no debemos obviar; esos donde son los propios ancianos quienes deciden ir a pasar sus últimos años a esos centros.
      Agradezco mucho tus reflexiones siempre tan constructivas, amiga Ceciely. Te envio un fuerte abrazo

      Fina

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  11. Fina, estoy fuera de casa, regreso el jueves y haré un comentario acerca de tu exquisita narración. Un abrazo desde Cabo San Lucas, BCS. México.

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    1. Que el viaje de regreso te sea grato, querida amiga.

      Un abrazo

      Fina

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  12. Qué buen relato, amiga Fina; me ha emocionado profundamente puesto que, LA SILLA, es un simil de los seres humanos cuando se llega a la vejez, que sólo la inocencia la redime.

    Reitero, buenísimo, certero y triste. Un abrazo. María

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    1. Gracias por tus palabras que agradezco un montón, María, y en realidad, es así, un símil de la propia vida.

      Un abrazo

      Fina

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  13. Magnífico,
    un relato que engancha
    con su buena literatura
    y su trama emotiva.

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    1. Hola, MTeresa, agradezco mucho el comentario que haces a este trabajo y te envio un abrazo

      Fina

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  14. Fina:bello relato donde impera la personificación y el lector puede inferir de este modo el significado de la cosmovisión del niño y el destrato por la sociedad hacia " la vejez"
    Un placer leer-te !
    Un fuerte abrazo:

    -Agradezco tus preciosos comentarios...

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    1. Elsa, has hecho una definición de este relato perfecta y , sobre todo, coherente con la realidad de nuestro mundo. En esta historia habla la voz de un niño, pero a través de ella también pretendí concienciar sobre la desprotección de miles y miles de ancianos, no tan sólo por sus familiares, que los hay, sino además por la propia sociedad, cualquiera que sea el lugar desde el que nos encontremos.
      Agradezco mucho tu aportación de hoy, sinceramente, Elsa, así que gracias por ello.

      Un abrazo

      Fina

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  15. MUY BELLO Y CONMOVEDOR RELATO. ME ENCANTA.
    UN ABRAZO

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    1. Gracias, ReltiH. Agadezco tus palabras, como siempre.

      Un abrazo

      Fina

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  16. Infinitas gracias querida amiga por obsequiarnos tan bella y emotiva leyenda. ¡¡ Es en verdad preciosa ¡¡¡¡
    Miles de besinos de esta amiga con inmenso cariño.

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    1. A tím también, Ozna, mi agradecimiento y un abrazo

      Fina

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  17. HOLA QUERIDA FINA

    GRACIAS POR VENIR A TOMAR EL TÉ DE TODOS LOS MARTES, UNA PALABRA AYUDA Y MUCHO COMO LA TUYA Y LA DE TODOS LOS AMIGOS QUE SIEMPRE ESTAN PRESENTES PARA COMPARTIR ESTOS LAZOS QUE NO TIENEN DISTANCIAS.

    UN BESO Y UN ABRAZO FUERTE

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    1. La comunicación , aunque sea de forma virtual siempre se agradece, amiga Luján

      Un abrazo

      Fina

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  18. Terminamos por coger cariño a los objetos que han convivido con nosotros y en el corazón de los niños ese cariño se incrementa...Un tierno y bello relato Fina.

    Abrazos.

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    1. Gracias por tu comentario, amigo Jerónimo. Sabes que te lo agradezco siempre.

      Un abrazo

      Fina

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  19. Qué ternurita Fina, el niño sabe lo que es viejo!!
    Lo mismo paso cuando queríamos deshacernos de la periquera de mi pequeño...se le desbordaron los ojos, así que tuvimos que esperar a que no viera para ponerla en la basura, de otra forma, a sus casi seis años todavía querría montarse en ella.

    Contestando a tu comentario en mi último post: Hace tiempo padecí insomnios pero ya es pasado, de allí quedaron algunos textos breves que me parecieron rescatables.

    Saludos y un abrazo.

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    1. Gracias por este comentario, amiga Beatriz y me alegra que te haya gustado el relato

      Un abrazo

      Fina

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  20. Qué preciosa historia, Fina.
    Y es que, los ojos y las percepciones de los niños, a menudo difieren de lo que les invitamos a hacer.
    La silla vieja, bien puede ser ese anciano al que se le invita a dejar la vida familiar, aún cuando puede disfrutar de ella.
    Precioso. Lleno de ternura y sentimiento.
    Mi cariño, Fina.

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    1. Así es, Celia, en este relato pretendí establecer un paralelismo entre la vejez y la vieja silla y tú lo has captado muy bien. Sucede que los viejos, igual que esa añeja y querida silla de Ben, son un estorbo en muchas ocasiones. Triste realidad, amiga mía.

      Agradezco mucho tu aportación a esta entrada, Celia.
      Te mando un abrazo

      Fina

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  21. Fina, los objetos son extensiones del hombre, son huellas que dejamos en el decurso de nuestra vida, y como el hombre, también se deterioran con el tiempo... pero nunca pierden vigencia en nuestra memoria, cuando los llegamos a amar o los repudiamos por lo que nos representaron y acompañaron en las diferentes etapas de la vida.Son "joyas" en las que proyectamos nuestro sentir. Así lo has expresado en tu narración, y lo digo porque los sentimientos universales como el de sentirse inútil a pesar de lo que hemos ofrecido en la vida y ser marginado/da o aislado/da y maltratado/da por que ya no se cumple la función o rol en determinada circunstancia, es un sentimiento universal. Breve y lapidario tú tema con el que nos identificamos yo diría que muchos, cuando menos yo, la que a veces me siento como tu silla aunque me alienta tener la certeza de que hay alguien que me va a extrañar … Mi cariño de siempre Fina.

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    1. Gracias por esta gran aportación, querida amiga Leticia. No lo podías haber expresado mejor: son joyas en las que proyectamos nuestro sentir y los amamos o rechazamos igual que a las personas, y envejecen y un día no están a nuestro lado, pero si les tuvimos apego y, por que no decirlo, cariño, permanecen inalterables en el pensamiento aunque de forma distinta que un ser humano, pero permanecen.

      Con respecto a ese sentimiento que plasmas al final de tu aportación, estoy contigo, Leticia, creo que muchas personas, por no decir todas, en un momento u otro de su vida, sobre todo cuando llegamos a una cierta edad,se nos puede pasar por la cabeza ese sentimiento, luego nos animamos pensando que el amor de las personas que nos quieren de verdad, que suelen ser casi siempre pocas, seguirá vivo hacia nosotros aunque hayamos partido.

      ¿Como te fue el viaje de vuelta?. Deduzco que bien, de lo cual me alegro

      Un abrazo fuerte, Leticia

      Fina

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