LA VIEJA SILLA
Los sonidos de la noche abrazaron temores vertidos a lo largo del tiempo. Allí, en aquella esquina del desván, aislada y triste, yacía la vieja silla, postergada a un purgatorio de silencio y a la espera de un destino desconocido.
Fue aquella mañana de septiembre. El sol acariciaba los ventanales saludando al nuevo día. Benjamín, el pequeño de la familia, correteaba por el jardín absorto en juegos de pelota, y Sultán, el perro vagabundo, ladraba feliz persiguiendo el balón y encaramándose en brazos de su amigo. Mientras tanto, Pedro y Carmen, los padres del pequeño, trajinaban en la cocina preparando el desayuno y conversando de temas varios. Unas palabras cogidas al vuelo atrajeron la atención de Ben; abandonó sus juegos, entró en el salón y como un rayo se dirigió a la cocina seguido de Sultán. Se querían llevar su silla, pero, ¿dónde?, ¿por qué?
- Lo único que hace aquí esta silla es estorbar, Pedro - seguía diciendo su madre - de momento en el desván estará mejor. Ya veremos que hacer con ella.
- Ahora la subo
¡Claro!, como no se le había ocurrido; al desván. Allí la querían llevar, aquel lugar tan triste donde sólo habitaban trastos viejos. Pero su silla no era vieja, su silla no, su silla no.
¿Qué pasa, Ben? - preguntó su madre, viendo la cara de disgusto que traía el pequeño.
- ¿Sucede algo, renacuajo? - dijo su padre.
- La silla no, mamá, la silla no, no es vieja, no es vieja, no te la lleves, no te la lleves, yo la quiero papá, no, no, no, no, no, papá, por favor, no, no - suplicaba Ben con lágrimas en los ojos.
- Para ya de gimotear. Así que era eso lo que te pasaba, la silla. Esta silla no puede quedarse aquí, ¿de acuerdo?.
- Tú si que eres viejo, tu si que eres viejo, tu sí que eres viejo...
Y haciendo caso omiso a la petición de Ben, su padre cogió la silla, subió las escaleras que conducían al desván y en aquel rincón de oscuras paredes aparcó la vejez envuelta en sombras. Un crujido se escuchó en medio del silencio y el desamor apareció, de pronto, cual presagio de olvido.
Aquella noche, el pequeño Benjamín humedeció las sábanas de tristeza. todos los inquilinos del desván escucharon su llanto. Mientras, la vieja silla, abrazada a la soledad, imaginó que un príncipe de mirada infantil y corazón de ángel la rescataba de aquella sombría prisión.
Muy bella historia, amiga Fina.
ResponderEliminarUn abrazo
Me alegra que te haya gustado, amigo Jose.
EliminarUn abrazo
Fina
Preciosa. Da mucho que pensar! Besos!
ResponderEliminarGracias, cielo. Y es cierto, es un cuento para reflexionar lo suyo.
EliminarBesos
Bonito, original y realmente emotivo
ResponderEliminar¡ Felicidades por regalar tanta belleza!
Besos.
Hola, André, gracias a tí por regalarme este comentario tan bello. Me alegra que te gustase.
EliminarUn abrazo
Fina
Tengo dias de venirte siguiendo, es un placer visitarte y delitarse con tu hermosa inspiración.
ResponderEliminarSaludos cariñosos.
En primer lugar, bienvenida a "de aqui a la luna y vuelta", Karla, y en segundo lugar agradecida por las palabras que me dedicas a mi trabajo.
EliminarPara tí, tambien, cariñosos saludos
Fina
ME RECUERDA CUANDO YO, DE NIÑA, RESCATABA MI BANQUITO DE MADERA DE LA NOCHE CUANDO LO HABÍA DEJADO OLVIDADO. PARA MI SIEMPRE, COSA EXTRAÑA, LOS OBJETOS HAN TENIDO VIDA. LOS HE AMADO TANTO...
ResponderEliminarPRECIOSO RELATO FINA.
BESOS
Es cierto, suele ocurrir que algunos objetos que pasan por nuestra vida, querida Luján, se les coge tal cariño que desprenderse de ellos, por muy viejos que sean a veces se convierte en algo dificil de llevar a cabo, aunque parezca mentira.
EliminarUn fuerte abrazo, amiga
Fina
Un original cuento. Así hacemos con todo lo viejo, qué injusto parece cuando nos podía aportar tanta sabiduría. La silla es como un alma en pena que nadie rescatará del olvido. Un cuento que parece una metáfora de la vida misma. Un cuento excelente. Un abrazo.
ResponderEliminarTú lo has definido a la perfección, Aurora. Una metáfora de la vida.
EliminarPor cierto, ¿ya se te solucionó el tema de los "duendecillos" en tu blog"
Un abrazo
Fina
Esos objetos que se personifican, se quieren y toman otra dimensión, sobre todo en la mirada y el corazón inocente de un niño.
ResponderEliminarPrecioso.
Abrazos y besos.
Gracias por tus palabras, Pedro. Tienes mucho razón, y añadiría más:
EliminarVEJEZ DE LOS OBJETOS - NUESTRA PROPIA VEJEZ. ¿no opinas que da mucho para reflexionar, amigo mío?
Un abrazo
Fina
Fina:
ResponderEliminarQué buen relato. Los objetos también tienen su corazoncito. Yo creo que tienen alma.
Un cuento fantástico en su sencillez.
Te felicito
Besos
Ana
Gracias por tus palabras, Ana. Tus comentarios siempre son de agradecer, de veras.
EliminarUn abrazo
Fina
Bonita la historia de esta silla que nos cuentas Fina.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me alegra que te haya gustado, Rafael. Y agradezco tus palabras
EliminarUn abrazo
Fina
Me ha gustado mucho esta historia Fina…bien la podríamos aplicar a los humanos, al menos en estos países de norte América…las personas sin autonomía son recluidas (como sillas viejas) en residencias de gobierno... no hay parientes ni cercanos ni lejanos que se puedan hacer cargo de sus padres peor de hermanos o más familiares…
ResponderEliminarGracias por hacernos reflexionar…
Abrazos calurosos.
Actualmente, Ceciely, las residencias de la 3º edad no sólo estan extendidas por norteamérica. Por desgracia este mundo en el que vivimos se ha deshumanizado bastante y es práctica habitual dejar a lo ancianos en esos centros. La falta de tiempo para antenderlos a causa de la inserción laboral de las mujeres, que eran años atras quienes se encargaban de cuidarlos ha llevado a esta situación. Por opinar sobre este tema, pienso, también, que hay situaciones que realmente es necesario, pero opino al mismo tiempo que existen otras muchas razones, para mi "sinrazones" que me parecen realmente injustas y lamentables para con nuestros mayores. Y hay otros casos que no debemos obviar; esos donde son los propios ancianos quienes deciden ir a pasar sus últimos años a esos centros.
EliminarAgradezco mucho tus reflexiones siempre tan constructivas, amiga Ceciely. Te envio un fuerte abrazo
Fina
Fina, estoy fuera de casa, regreso el jueves y haré un comentario acerca de tu exquisita narración. Un abrazo desde Cabo San Lucas, BCS. México.
ResponderEliminarQue el viaje de regreso te sea grato, querida amiga.
EliminarUn abrazo
Fina
Qué buen relato, amiga Fina; me ha emocionado profundamente puesto que, LA SILLA, es un simil de los seres humanos cuando se llega a la vejez, que sólo la inocencia la redime.
ResponderEliminarReitero, buenísimo, certero y triste. Un abrazo. María
Gracias por tus palabras que agradezco un montón, María, y en realidad, es así, un símil de la propia vida.
EliminarUn abrazo
Fina
Magnífico,
ResponderEliminarun relato que engancha
con su buena literatura
y su trama emotiva.
Hola, MTeresa, agradezco mucho el comentario que haces a este trabajo y te envio un abrazo
EliminarFina
Fina:bello relato donde impera la personificación y el lector puede inferir de este modo el significado de la cosmovisión del niño y el destrato por la sociedad hacia " la vejez"
ResponderEliminarUn placer leer-te !
Un fuerte abrazo:
-Agradezco tus preciosos comentarios...
Elsa, has hecho una definición de este relato perfecta y , sobre todo, coherente con la realidad de nuestro mundo. En esta historia habla la voz de un niño, pero a través de ella también pretendí concienciar sobre la desprotección de miles y miles de ancianos, no tan sólo por sus familiares, que los hay, sino además por la propia sociedad, cualquiera que sea el lugar desde el que nos encontremos.
EliminarAgradezco mucho tu aportación de hoy, sinceramente, Elsa, así que gracias por ello.
Un abrazo
Fina
MUY BELLO Y CONMOVEDOR RELATO. ME ENCANTA.
ResponderEliminarUN ABRAZO
Gracias, ReltiH. Agadezco tus palabras, como siempre.
EliminarUn abrazo
Fina
Infinitas gracias querida amiga por obsequiarnos tan bella y emotiva leyenda. ¡¡ Es en verdad preciosa ¡¡¡¡
ResponderEliminarMiles de besinos de esta amiga con inmenso cariño.
A tím también, Ozna, mi agradecimiento y un abrazo
EliminarFina
HOLA QUERIDA FINA
ResponderEliminarGRACIAS POR VENIR A TOMAR EL TÉ DE TODOS LOS MARTES, UNA PALABRA AYUDA Y MUCHO COMO LA TUYA Y LA DE TODOS LOS AMIGOS QUE SIEMPRE ESTAN PRESENTES PARA COMPARTIR ESTOS LAZOS QUE NO TIENEN DISTANCIAS.
UN BESO Y UN ABRAZO FUERTE
La comunicación , aunque sea de forma virtual siempre se agradece, amiga Luján
EliminarUn abrazo
Fina
Terminamos por coger cariño a los objetos que han convivido con nosotros y en el corazón de los niños ese cariño se incrementa...Un tierno y bello relato Fina.
ResponderEliminarAbrazos.
Gracias por tu comentario, amigo Jerónimo. Sabes que te lo agradezco siempre.
EliminarUn abrazo
Fina
Qué ternurita Fina, el niño sabe lo que es viejo!!
ResponderEliminarLo mismo paso cuando queríamos deshacernos de la periquera de mi pequeño...se le desbordaron los ojos, así que tuvimos que esperar a que no viera para ponerla en la basura, de otra forma, a sus casi seis años todavía querría montarse en ella.
Contestando a tu comentario en mi último post: Hace tiempo padecí insomnios pero ya es pasado, de allí quedaron algunos textos breves que me parecieron rescatables.
Saludos y un abrazo.
Gracias por este comentario, amiga Beatriz y me alegra que te haya gustado el relato
EliminarUn abrazo
Fina
Qué preciosa historia, Fina.
ResponderEliminarY es que, los ojos y las percepciones de los niños, a menudo difieren de lo que les invitamos a hacer.
La silla vieja, bien puede ser ese anciano al que se le invita a dejar la vida familiar, aún cuando puede disfrutar de ella.
Precioso. Lleno de ternura y sentimiento.
Mi cariño, Fina.
Así es, Celia, en este relato pretendí establecer un paralelismo entre la vejez y la vieja silla y tú lo has captado muy bien. Sucede que los viejos, igual que esa añeja y querida silla de Ben, son un estorbo en muchas ocasiones. Triste realidad, amiga mía.
EliminarAgradezco mucho tu aportación a esta entrada, Celia.
Te mando un abrazo
Fina
un final de aquellos, precioso
ResponderEliminarsaludos
Gracias, Omar
EliminarUn saludo
Fina
Fina, los objetos son extensiones del hombre, son huellas que dejamos en el decurso de nuestra vida, y como el hombre, también se deterioran con el tiempo... pero nunca pierden vigencia en nuestra memoria, cuando los llegamos a amar o los repudiamos por lo que nos representaron y acompañaron en las diferentes etapas de la vida.Son "joyas" en las que proyectamos nuestro sentir. Así lo has expresado en tu narración, y lo digo porque los sentimientos universales como el de sentirse inútil a pesar de lo que hemos ofrecido en la vida y ser marginado/da o aislado/da y maltratado/da por que ya no se cumple la función o rol en determinada circunstancia, es un sentimiento universal. Breve y lapidario tú tema con el que nos identificamos yo diría que muchos, cuando menos yo, la que a veces me siento como tu silla aunque me alienta tener la certeza de que hay alguien que me va a extrañar … Mi cariño de siempre Fina.
ResponderEliminarGracias por esta gran aportación, querida amiga Leticia. No lo podías haber expresado mejor: son joyas en las que proyectamos nuestro sentir y los amamos o rechazamos igual que a las personas, y envejecen y un día no están a nuestro lado, pero si les tuvimos apego y, por que no decirlo, cariño, permanecen inalterables en el pensamiento aunque de forma distinta que un ser humano, pero permanecen.
EliminarCon respecto a ese sentimiento que plasmas al final de tu aportación, estoy contigo, Leticia, creo que muchas personas, por no decir todas, en un momento u otro de su vida, sobre todo cuando llegamos a una cierta edad,se nos puede pasar por la cabeza ese sentimiento, luego nos animamos pensando que el amor de las personas que nos quieren de verdad, que suelen ser casi siempre pocas, seguirá vivo hacia nosotros aunque hayamos partido.
¿Como te fue el viaje de vuelta?. Deduzco que bien, de lo cual me alegro
Un abrazo fuerte, Leticia
Fina