Imágen extraída de la red |
Poema incluido en el número especial de la revista de literatura Alga (otoño-2014) con motivo de las XXV Jornadas de Solidaridad en su cuarto objetivo para el Milenio de Naciones Unidas, que es reducir la mortalidad infantil en todo el mundo.
(Romance)
Aquella escuela de aldea
no tiene techo, ni puertas,
ni pupitres, ni colores,
pero tiene una maestra
de generosa mirada
que les trajo de otra tierra
gomas, reglas, lapiceros
y mogollón de libretas
donde pintar de sonrisas
los rincones de tristeza,
también sueños de futuro
con que olvidar su pobreza,
esa que llora sin lágrimas,
con las heridas abiertas
a la espera de algún ángel
que abrirá su última puerta.
Los niños de la ignorancia
juegan sin la primavera
mientras las madres, llorosas,
en esa tierra desierta
van implorando a la vida
que la noche se detenga
en el mar de la esperanza
donde el tiempo deje huellas.
A pesar de la triste realidad que viven estos niños, me ha encantado tu forma de decirlo, Fina, mi felicitación, y me uno a tu sentimiento.
ResponderEliminarQue disfrutes del jueves.
Besosss! Fina.
Gracias por tu aporte, Carmen. Es necesario de vez en cuando hacer un auto exámen de concienciación...
EliminarUn abrazo y feliz fin de semana
Fina
Que bonito romance Fina, entrañable tema, esa labor tan encomiable de algunas personas que son dignas de admiración.
ResponderEliminarMe gustó mucho.
Un abrazo.
Pues, sí, Elda, gracias a esas personas muchos de esos niños pueden soñar con un futuro digno.
EliminarUn abrazo
Fina
Se sentía invencible por descubrir lo desconocido. Le llamaba mucho la atención la idea del infinito, tan inabarcable como poderosa. Pensaba en cuantos granos de arena se sumaban para crear la tierra y aún así, el infinito era algo superior en sus estrellas, planetas, estrellas fugaces y algo que le hacía sonreir: el polvo cósmico...
ResponderEliminarPor las noches, antes de dormir le preguntaba a su madre si las estrellas y los planetas están en los libros, si algún maestro le podría enseñar el infinito pues con sus 6 años, deseaba ser mayor para comprender. Su madre le acariciaba el pelo y le decía que no sabía leer y su padre a duras penas podía firmar documentos; que ellos eran pobres para buscarse la vida por las calles de la gente que sí tiene cultura y saber y poder y, tantas cosas desconocidas, que el mundo, es mágico en descubrir...
Daniel se afanaba en ayudar. Con pies temblorosos arrastraba cuesta arriba metales de cobre para poder comer. Tan orgulloso estaba de ayudar en su obedencia que tampoco se le pasaba la escuela con María; una misionera venida de lejos que le abría todo un mundo por descubrir. Soñaba con ser mayor y tener una casa decente para que sus padres y sus hermanos vivieran con dignidad. La enfermedad los visitaba a menudo y el sufría por los amigos que se le iban al infinito también. Los mayores, lloraban las muertes sentidas y maldecían al gobierno con sus capitales millonarios. Daniel era sensible y a veces, con mirada al cielo lloraba con pasión por aprender cosas que intuía a lo inabarcable...
Llegaba el invierno y la escuela abría al atardecer, cuando los niños terminaban de trabajar en las calles y el sol se hacía agradable a la vista. María les llenaba de ilusión contagiosa y les hablaba de libros de viajes, de un mundo donde el saber, acariciaba el alma de las personas. Daniel estaba atento a todo porque por la noche con memoria de elefante, soñaba con todas aquellas cosas que le María le enseñaba.
Pero cada día era arduo en el trabajo. Su padre le exigía más atención y había tardes en que Daniel faltaba a la escuela afanándose a las ordenes de su padre para aprender en la escuela de la vida. A veces Maria llegaba a su chabola y le traía libros donde aparecían naves espaciales y hombres que se llamaban astronautas...
Pasaban los años y Daniel ya tenía 14 años. Fumaba, bebía y ya solo recordaba a María cuando el alcohol le inundaba las venas cargadas de sentimientos...y así pasaba la vida en aquel suburbio infestado de enfermedades donde el más fuerte, sobrevive hasta que la muerte lo alcanza...
Gracias por compartir por duplicado este relato, Buscador.
EliminarUn abrazo
Fina
Emotivo canto nos dejas, Fina, cargado de impresiones por la realidad paupérrima que a esos seres indefensos abraza… y pese a todo y por todo, como bien deices: “que la noche se detenga en el mar de la esperanza”.
ResponderEliminarUn abrazo
Es la cruda realidad, esa que, a veces, nos parece tan lejana; craso error el nuestro...
EliminarUn abrazo, Dionisio
Fina
Encantador a pesar de la tristeza del mensaje.
ResponderEliminarMuy apropiado el romance para contar algo tan real, en tantos lugares.
Besos, Fina.
Agradezco mucho tu aporte, querida María.
EliminarUn abrazo y lindo fin de semana
Fina
Triste pero real, por desgracia.
ResponderEliminarUn abrazo en la tarde.
...y tan real, Rafael...
EliminarFeliz fin de semana para ti
Fina
Que bonito poema,y en medo de la tristeza y las penurias, donde hay ganas de estudiar, entusiasmo y una maestra, hay esperanza.
ResponderEliminarUn abrazote!! y a la espera de Chispita!!! ( es para el fin de semana, que esta vez no ser de batalla, sino de mucha ilusion y alegria!
Abrazotes!!!
Me ha gustado mucho tu punto de vista, Natali, porque incides en ese entusiasmo de la buena gente, en este caso de esa maestra, que altruistamente, aporta sus energías, ayudando y enseñando con la esperanza de que esos niños tengan un futuro mejor, por lo menos, más digno.
EliminarUn abrazo sin batalla y... bueno, ya nos tendrás informados de la llegada de "Chispita". Que todo vaya muy bien.
Un gran abrazo
Fina
Me encantan los romances, querida Fina y, este tuyo es precioso y encierra un mensaje para reflexionar.
ResponderEliminarBuena semana y besos. María
Gracias, querida María. como siempre, un placer tus comentarios.
EliminarFina
La mayoría de las personas de mi familia somos maestros de barrios pobres. Gracias por tu poema.
ResponderEliminarGracias a ti por tu aporte, Anuar.
EliminarAbrazo
Fina
Cuando te pones, lo haces fenomenal, tus letras son como aves que vuelan, hay amor, comprensión y solidaridad en este poema que es un homenaje a todas esas madres e hijos que no pierden la esperanza.
ResponderEliminarHasta mi regreso, te dejo un fuerte abrazo con mis cariños.
Te deseo que tengas un buen verano.
Kasioles
Gracias, querida Kasioles.
EliminarPara ti también un feliz verano en compañía de todos los tuyos
Un abrazo
Fina
Gracias por este emotivo poema, súplica, oración o bien canto a la esperanza.
ResponderEliminarEsos niños del invierno que son tantos y en tantos lugares.
Que esa esparanza llegue y sus días mejoren.
Un abrazo.
Ambar
Gracias a ti por tu aporte, Ambar.
EliminarUn abrazo y linda semana
Fina
Una bella esperanza hecha poesía.
ResponderEliminarBesitos
Hola, Inma, gracias por acercarte y dejarme tu opinión.
EliminarUn abrazo
Fina
Los niños, los niños, esos pequeños desheredados...la parte más débil en toda injusticia. Saludos.
ResponderEliminarAsí es, jfb, una gran injusticia, como tantas y tantas injusticias de las que estamos rodeados, pero... los niños...duele...si cabe, mucho más...
EliminarCordial saludo
Fina
Bellas palabras para una realidad tan triste.
ResponderEliminarGracias, Manuela, y sí, es una lamentable realidad.
EliminarUn abrazo
Fina